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Historia de Villapalacios. Temas

“Este cáliz dio de limosna... la Condesa de Paredes”

Las iglesias de Villapalacios, Bienservida, Riópar y Cotillas conservan cuatro cálices que fueron donados por Inés Manrique, X Condesa de Paredes, a finales del siglo XVII

 

 

Por José Ángel Montañés, 7 de febrero de 2023

 

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Los cálices de Villapalacios, Bienservida, Riópar y Cotillas, de izquierda a derecha, reunidos por primera vez desde el siglo XVII, cuando los donó Inés Manrique de Lara, X Condesa de Paredes. Si se clica sobre la imagen se amplían y se pueden ver las piezas con mayor detalle. / FOTOS de J. Á. MONTAÑÉS y LUIS ALBERTO ANAYA.

 

 

Una de las piezas del ajuar litúrgico más destacadas que se conservan en la iglesia de San Sebastián de Villapalacios (Albacete) es un cáliz de plata sobredorada con 12 esmaltes decorados con flores; una pieza asociada con los Condes de Paredes -en concreto con una condesa de Paredes, por la inscripción del pie-, propietarios de la localidad entre los siglos XV y XVIII, cuando era la capital del señorío de las Cinco Villas de la Sierra de Alcaraz.

El cáliz es una obra de gran porte. Mide 26,5 centímetros de alto. Tiene un pie de 15 centímetros de diámetro y una copa de nueve centímetros de diámetro con forma ligeramente acampanada y lisa, con una moldura en su parte media formada por un baquetón saliente. El astil o fuste tiene varias molduras. El nudo tiene un amplio toro en la parte superior, mientras que el pie circular termina en una base saliente de borde recto donde se realizó una inscripción que ocupa todo el perímetro.  

Lo más llamativo de este cáliz es su decoración a base de doce esmaltes (de los que se han perdido dos) repartidos en grupos de cuatro en la copa, astil y pie. Son de forma ovalada y están decorados con motivos florales azules y lilas en fondo blanco y están colocados de forma vertical en la copa y en el astil y horizontales en el pie.

El cáliz no presenta marcas de punzón que indique quién fue su creador o la ciudad donde fue realizado. Tan solo se puede ver en el borde recto del pie una cruz con seis brazos marcando el inicio y final de la inscripción y un adorno floral en la unión del astil y la base, para disimular esté encaje, que se ve solo al levantar la pieza.

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El cáliz de Villapalacios. Detalles de dos de los 12 esmaltes decorados con flores de la copa y pie. Parte de la inscripción del pie, en el que se puede leer Condesa de Paredes y detalle remarcado de la estrella o cruz que separa el comienzo y el fin de la inscripción. Para ver más grande, clicar sobre cualquiera de las imágenes. / FOTOS DE J. Á. MONTAÑÉS

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El cáliz, que figura asociado en un inventario de los bienes de esta iglesia de 1944 con una patena dorada, tenía, hasta ahora, dos paralelos conocidos: un cáliz similar, por su forma y tamaño, que se conserva en la iglesia de San Bartolomé de Bienservida; decorado con estos mismos esmaltes (de los que faltan cinco completos y la mitad de un sexto), y, otro, en la iglesia del Espíritu Santo de Riópar; en este caso de plata en su color y sin las cerámicas ovaladas y pintadas.

Pero a estos tres cálices se añade un cuarto copón inédito hasta ahora: uno idéntico a los de Villapalacios y Bienservida que se conserva en la parroquia de Santa Marina de Cotillas y que ha estado localizado, tras interesarnos por su posible existencia, por el sacerdote de Riópar, Villaverde y Cotillas, Luis Alberto Anaya Menco; al que le agradezco, desde aquí, su colaboración. Igual que al responsable de las parroquias de Villapalacios y Bienservida, el sacerdote Alejandro Márquez Rubio, por permitirme fotografiar y estudiar las cuatro piezas. (1) El cáliz de Cotillas no ha perdido ninguno de los 12 esmaltes, pero tiene tres de los cuatro del pie muy deteriorados, con pérdidas de más de la mitad de las piezas.

No es extraño que en estas localidades se conserven estos cuatro cálices casi idénticos ya que estos pueblos tienen un pasado común, cuando formaban parte del Señorío de las Cinco Villas de la Sierra de Alcaraz, propiedad de los Condes de Paredes desde el siglo XV, después de que Juan II diera estos lugares al primer conde, Rodrigo Manrique de Lara.

Quedaría por localizar un quinto cáliz similar a los anteriores, que tendría que estar, lógicamente, en la iglesia del San Mateo de Villaverde; la quinta de las Cinco Villas; una pieza de la que no se tiene noticia y que ha podido desaparecer a lo largo de los siglos o estar extraviado. Seguimos buscándola.

 

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El cáliz de Bienservida, con la patena dorada a la que se asocia (por estar guardados en la misma caja). Detalles del pie con los esmaltes, donde se aprecian algunos de los que faltan. Parte de la inscripción, donde se cita a la Condesa de Paredes y 'vestido', por la sacristana de Bienservida, Carmen Sánchez, con un purificador y la patena. Clica para ver en grande. / FOTOS DE J. Á. MONTAÑÉS

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La falta de cronología de las piezas hace que, según las localidades, se diga que son cálices de los siglos XIV, XV y XVI. Pero ningunas de estas amplias cronologías son exactas.

En el caso de Bienservida la inscripción del cálice ha hecho que la historiografía local lo relacione, sin fundamento, con la leyenda que explica que el nombre del pueblo se debe a lo agradecida que estaba la condesa por lo “bien servida” que se sentía cuando visitaba o vivía en este lugar. Para los de Bienservida, el cáliz y también el retablo que preside la iglesia de San Bartolomé (una obra tan cara que solo pudo pagar una condesa, aseguran) serían “pruebas” de este agradecimiento, como se ha publicado en algún libro sobre la historia de la localidad. (2)

Una falsa leyenda sin base histórica que estaría al mismo nivel de los que pudieran afirmar que Villapalacios se llama así por los palacios que tenía en Conde de Paredes en esta villa. No hay datos que lo avalen.

En la base de todos los cálices puede leerse en letras mayúsculas la inscripción:   

ESTE CALIZ DIO DE LIM(osn)A D(o)N ANT(oni)O DE SABREDRA SIENDO SECR(e)TARIO DE SU MAG(estad) Y DE LA EXCELENTI(si)MA, SEÑ(ora) CONDESSA DE PAREDES

Pese a las pequeñas variaciones de las inscripciones (3), en todas aparece un nombre: ‘Antonio Sabredra’, que era, según se puede leer ‘secretario de su majestad’ y de la condesa de Paredes.

Pero ¿a qué condesa se refiere?, ¿cuándo se donaron estas piezas y de qué época son?


Luis Salazar y Castro escribió, a finales del siglo XVII,
cuatro volúmenes estableciendo la genealogía de la Casa de Lara dedicando capítulos a sus miembros más destacados (4). En esta obra fundamental el genealogista traza un perfil biográfico de Vespasiano Gonzaga, duque de Guastala. Un personaje ilustre, hijo de César Gonzaga Doria e Isabel de Ursino, sobrina del papa Sixto V, que ostentó cargos como gentilhombre de la cámara, consejero de la Cámara de Castilla y menino del príncipe Baltasar, el hijo de Felipe IV que inmortalizó Velázquez a caballo cuando era un niño de 6 años; además de grande de España, virrey de Valencia, desde marzo de 1668, y capitán general del Mar Océano y costas de Andalucía, en 1682.

Vespasiano Gonzaga se casó en septiembre de 1646 con doña María Inés Manrique de Lara, X Condesa de Paredes, después de que esta heredara el condado de Paredes y sus agregados de su padre Manuel Manrique, convirtiéndose en la segunda mujer en poseer este título -la primera fue otra Inés, la VI Condesa de Paredes, entre 1571 y 1583 al ser hija única de Antonio Manrique, V Conde de Paredes y Guiomar Manrique de Cardona- y por lo tanto ser propietarias y jefas de la casa. Las demás condesas lo habían sido en calidad de mujeres de los condes, no por sí mismas.

 

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Parte inferior de los cálices de Villapalacios y Bienservida mostrando las artísticas rosetas creadas para disimular la unión del astil o mástil del cáliz con el pie. / FOTOS DE J. Á. MONTAÑÉS

 

La boda entre Vespasiano e Inés se produjo después de que se capitulara (pactara) el matrimonio en el Palacio Real de Madrid el 2 de febrero de 1645 entre las dos familias. En estos pactos se estableció la dote de ella, de 10.000 ducados, además de 2.000 más cada año para gastos de su cámara; que ella llevaría “al dicho matrimonio el Condado de Paredes, las Villas de la Sierra de Alcaraz, en las que sucedió por muerte del señor Conde su padre” y que su marido se llamaría desde la celebración de la boda, para poder cumplir con las ordenanzas de la fundación del mayorazgo, Manrique de Lara en su primer apellido; por lo que Vespasiano Gonzaga pasó a la historia como Vespasiano Manrique de Lara Gonzaga. (5)

Inés Manrique heredó el título de condesa siendo muy joven, tras la muerte de su padre Manuel Manrique de Lara y la renuncia de su madre, Luisa Enríquez, que tras servir durante años en palacio se retiró a un convento en Malagón adoptando el nombre de Luisa Magdalena de Jesús hasta su muerte en 1660.

Pero Inés Manrique no pudo acceder al título de condesa hasta el 13 de agosto de 1642, después de que el consejo de la nobleza la ratificara frente a los numerosos pleitos (seis en total) que le pusieron a esa sucesión familiares suyos, todos varones, que consideraban que ellos tenían más derecho al título que Inés, por ser mujer.

Fue dama de Maria de Austria, -reina consorte como segunda mujer de Felipe IV (1649-1665) y luego regente del futuro rey Carlos II (1665-1675)-, por lo que jugó un papel destacado en la corte, vigilando de cerca la carrera de su hija primogénita Maria Luisa que la sucedió en el cargo y logró para su familia el título de Grande de España (6), formando parte de una poderosa red femenina en la corte de la monarquía de los Austrias. (7)

Inés Manrique falleció el 8 de mayo de 1679 y fue enterrada en el monasterio de Buendía (Cuenca).

Tras su muerte su marido realizó un inventario postmorten en la que destacan una pinacoteca con más de 300 obras, en los que había retratos de la familia real (varios retratos de cuerpo entero de Felipe IV, sus dos esposas, Baltasar Carlos y la infanta María Teresa; un retrato ecuestre de Baltasar Carlos y sendas efigies) y un buen número de obras de temas religiosos. Entre los pocos autores que aparecen en el inventario, ya que la mayoría de las obras figuran como anónimas, obras del “estilo” de Durero; alguna copia de Rubens; obras atribuidas a Rogier van der Weyden, Elisabetta Sirani, Pedro de Orrente y Gabriel de la Corte y mucha pintura flamenca. (8)

 

¿Pero fue Inés Manrique, X Condesa de Paredes, la que donó los cálices a estas localidades?

 

Una de las personas de máxima confianza de Vespasiano Manrique Gonzaga, esposo de Inés Manrique, fue Antonio Alonso de Saavedra, la persona que aparece también en la inscripción de los cuatro cálices.

Así aparece en el testamento del conde, fechado el 22 de abril de 1687, en el que pide que “se satisfaga de sus bienes a su secretario Saavedra por la grande satisfacción que tenía de su amor y fidelidad”. En este testamento manda a los hijos que tuvo con doña Inés (Maria Luisa, Josefa, Isabel y Diego) que “le miraffen y atendieffen mucho, tratandole con mucho cariño y gratitud, porque qualquier grande récompenfa feria desigual á fu mérito”. Entre otras cosas por los 44 años de servicios a su lado en los que le “debía a su buena ley y administración, no solo buena cuenta, sino aumento y conservación de sus rentas”. Para el testador “cualquier recompensa será desigual a lo mucho que el Duque le debía”(9).


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La parte inferior del cáliz de Cotillas, con el color dorado que tenían los de Villapalacios y Bienservida antes de darles un baño dorado. Se pueden ver algunos de los esmaltes y parte de la inscripción del pie, donde también se puede ver la relación con la Condesa de Paredes. / FOTOS DE LUIS ALBERTO ANAYA.


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Por lo tanto, no hay duda de que la donante de los cálices fue Inés Manrique de Lara, X Condesa de Paredes. Y lo tuvo que hacer entre agosto de 1642 (cuando accedió al título) y mayo de 1679 (cuando falleció). También podría ser, que ella ya hubiera fallecido y por eso en la inscripción aparece el nombre de Antonio Saavedra, hombre de confianza del conde Vespasiano y de Inés.

En todo caso, no hay duda de que estas piezas son del tercer cuarto del siglo XVII.

Lo corrobora también la Historia del Arte, como pone en evidencia Luis Guillermo García-Sauco, el mayor experto en material litúrgico de la provincia de Albacete:

“Son los calices habituales de todo el siglo XVII; los modelos más frecuentes de los reinados de Felipe IV y Carlos II. Los cuatro llevan la inscripción alrededor del pie; unas veces serán desornamentados, que es el de más pervivencia y otras presenta botones de esmalte añadidos que dan mayor riqueza a la pieza”, explica.

Este historiador del arte comisarió la exposición Los caminos de la luz. Huellas del cristianismo en Albacete que se pudo ver en el Museo Municipal de Albacete (entre diciembre de 2000 y marzo de 2001) en la que mostró varias piezas similares a los que ahora presentamos y que se conservan en distintas localidades de Albacete. (10)

 

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Cuatro cálices similares a los de Villapalacios, Bienservida, Riópar y Cotillas, conservados en otras localidades albacetenses. De izquierda a derecha: Cáliz de Juan de Orea que se conserva en la catedral de Albacete, fechado en 1682. El cáliz de la iglesia parroquial de Vianos; el del convento de clarisas de Villarrobledo, fechado en 1633, momento en que fue donado por dos hijas de los fundadores de la comunidad y un cuarto de la parroquia de San Juan Bautista de Albacete.

 

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Como el atribuido al madrileño Juan de Orea (24,5 centímetros de altura, 15,2 de pie y 9 de copa) que se conserva en la catedral de Albacete procedente de la parroquia de San Juan Bautista de Albacete. Fue donado para una capilla de este templo en 1682. Por el punzón se puede atribuir a Orea, el platero madrileño más importante del siglo XVII. En este cáliz de plata en su color no hay esmaltes como en tres de los cuatro de la Sierra de Alcaraz.

Si los tiene (en número de 12) otra de las piezas que se conserva en la cercana iglesia de San Sebastián de Vianos. Tiene medidas similares al de Villapalacios (26,7 centímetro de alto, 16 el pie y 9 la copa) y Luis Guillermo Garcia- Sauco lo ha datado de la primera mitad del siglo XVII. No presenta marca ni punzones identificativos de platero.

También los lleva el cáliz de plata dorada donado en 1633 al convento de clarisas dedicado a San Juan Bautista de Villarrobledo (30,5 centímetros de alto. Pie, 16 cm. y copa 9 cm.). En este caso los esmaltes de color azul se alternan con cruces de Santiago grabadas a buril, como las decoraciones geométricas florales que rodean los esmaltes de la copa y el astil. 

En cuanto a la procedencia de todos estos cálices (excepto el atribuido a Juan de Orea) el historiador del arte asegura que es difícil adscribir la pieza a un determinado taller, que, sin duda, ha de ser castellano.

 

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REFERENCIAS:

(1). Los cálices de Villapalacios y Bienservida fueron dorados ente 2012 y 2016, durante el sacerdocio en esas localidades de Rafael López Martínez. El de Riópar también fue sometido a un nuevo baño de plata, en una fecha indeterminada, mientras que el de Cotillas tiene un aspecto similar al que tenían las copas de Villapalacios y Bienservida antes de ser llevada a dorar a Riópar, con menos brillo y más marcas de uso.

 

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El cáliz de Villapalacios, antes de dorarse y en la actualidad. / FOTOS DE J. Á. MONTAÑÉS

 

(2). José Ángel Sirvent Oyuela, Bienservida en sus documentos. El siglo XVI. Bienservida, 2008, pp. 134-147.

(3). Esta leyenda no es idéntica en las cuatro piezas. En el de Riópar puede leerse un ‘le’ entre ‘cáliz’ y ‘dio’; ‘secretario’ se escribió completo y ‘condessa’ aparece con una sola ‘s’, mientras que en el de Bienservida se puede leer ‘sabedra’, sin la ‘r’ entre la ‘b’ y la ‘e’ y ‘secretario’ y ‘excelentisima’ no se abrevian. En el caso del de Cotillas si que coincide casi en su totalidad con la que se puede leer en Villapalacios, con la excepción de que ‘secretario’ se escribe entero.

(4). Luis Salazar y Castro, Historia genealógica de la Casa de Lara, justificada con pruebas, 4 volúmenes, Madrid, 1694-1697.

(5). Capítulos matrimoniales de los Condes de Paredes D. Vespasiano Gonçaga y Dola Maria Inés Manrique, en Luis Salazar y Castro, Historia Genealógica de la Casa de Lara, justificada con instrumentos..., v. IV, 1694, pp. 369 a 374.

(6). María Luisa Manrique de Lara se casó en noviembre de 1675 con don Tomás de la Cerda, III Marqués de la Laguna y hermano del VIII duque de Medinaceli. La condesa y su esposo aceptaron el virreinato de Nueva España y partieron para México, poco después de su boda. Allí fue musa y mecenas de la poetisa sor Juana Inés de la Cruz. Al regresar a España en 1689, Tomás de la Cerda fue nombrado Mayordomo Mayor y a los tres años se le otorgó la Grandeza de España. En agosto de 1694 la madre del rey, Maria de Austria, pidió a Maria Luisa Manrique que fuera camarera mayor de su casa; uno de los mayores cargos a los que podía aspirar una mujer noble en ese momento. Ver también: Frédérique Sicard, Condesas de Paredes: señoras de su casa y camareras de la reina. Tonos Digital: Revista de estudios filológicos, 26, 2014.

(7). Carmen María Fernández Nadal, El poder de una red femenina. Familia, vida y muerte de Luisa de Velasco (s. XVII), Millars, 38 (2015), pp. 51 a 91

(8). Marcus B. Burke y Peter Cherry, Collections of Paintings in Madrid. 1601-1755, pp. 694 - 699

(9). Testamento del Duque de Guastala, en Luis Salazar y Castro, Historia Genealógica de la Casa de Lara, justificada con instrumentos y escritores de inviolable fe, v. IV, 1694, p. 373. En el mismo testamento aparecen una serie de legados de interés para la historia del arte: “dos láminas de su devoción al padre Don Vicente Gonzaga su tío”. A los condes de Paredes, sus hijos, “una venera de la orden de Santiago de diamantes a él y a ella un diente de Santa Madre Teresa, para que se perpetue en el mayorazgo y una hechura de un Niño Jesús en un armario de concha y una imagen de nuestra señora, de mano de Morillo”. Para su nieto José Manrique de la Cerda y Gonzaga, que “había nacido en México, donde estaba su padre por Virrey de Nueva España”, le deja un “lazo de diamantes”. Unas obras destacadas como la obra El triunfo de la Muerte, pintada por Pieter Brueghel el Viejo en 1562 y ahora conservada en el Museo del Prado de Madrid.

(10). Luis Guillermo García-Sauco Beléndez, Catálogo de la exposición Los caminos de la luz. Huellas del cristianismo en Albacete. Obispado de Albacete y Fundación de la Cultura y el Deporte de Castilla-La Mancha, Albacete, 2000. pp. 121, 190 y 192.

 

 

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